Como primos nacidos en una familia de viticultores argentinos, pasamos nuestra infancia corriendo
por los viñedos, sin pensar demasiado en lo que era el vino. Simplemente siempre estuvo ahí.
No fue hasta que crecimos, que nos dimos cuenta que la bodega era más que un simple patio de
recreo. Era el lugar de nacimiento de una tradición familiar de la que nosotros también queríamos
ser parte.
Sin darnos cuenta, el juego se transformó en un proyecto propio; que nació del deseo de contar
nuestra historia y dejar nuestra huella en un legado familiar de más de 100 años.
La Flor es una celebración de nuestro amor por el buen vino, un reflejo de lo que hemos aprendido
y hacia donde nos dirigimos.
Pero al igual que nuestros padres, lo estamos haciendo a nuestra manera.